GERMÁN OLMO
Madrid, 1993
La pintura de Germán Olmo se entiende desde la experimentación continua durante un periodo largo de introspección, investigación y perseverancia, que da como resultado final un estilo único y con personalidad. Con su formato creativo: sin bocetos, ejecuciones rápidas, buscando fluidez durante el proceso creativo, Germán consigue dotar a sus obras de una expresión honesta y libre. A través de trozos de papel que retuerce y superpone arropados por trazos de pintura firmes, y otros materiales formando manchas imposibles, confiere a cada obra una sensación de fuerzas equilibradas y de gran atractivo plástico. Cada obra es fruto de la lucha entre un mundo real y otro imaginario en la búsqueda constante de la armonía entre ambos. Como consecuencia de ello, sus creaciones, han ido adquiriendo, en su apariencia, la condición de objeto-reliquia, ya que en su interior aparecen formando parte de la composición una cuidada selección de elementos, que los convierten, como algo venerable.
“Nunca me imagino la obra acabada, no hay bocetos, nada que contamine, la mayoría de las veces me sorprendo a mí mismo y entonces… sé que mi trabajo ha merecido la pena”. G. Olmo
Sus obras están cargadas de simbolismos a través de objetos encontrados o reutilizados, trozos de dibujos o papeles en collage, así como ciertos símbolos que se repiten como cruces, puntos, pájaros o frases. En cada obra se establece un diálogo entre ellos, procurando el máximo equilibrio en su convivencia que también se establecen como sus señas de identidad. Olmo desea que su obra se entienda como una diversión, cuyo impacto visual acerque la atención del/a espectador/a y empiece a curiosear por su interior, con la idea de que encuentre pequeñas obras dentro de una misma obra. También busca intencionadamente que haya algo intrigante y cautivador.